sábado, 25 de julho de 2009

El Vinculo de la Desgracia
Gabriel Criscuolo













El flaco Parchemi había caído por robarse una moto. En realidad hacia rato que “levantaba” motos, a las otras las había conseguido vender fácil, se entusiasmo demasiado y no presto la debida atención; en esa profesión si uno no se fija bien lo que hace puede sufrir graves consecuencias y el las estaba pagando. Por lo menos le iban a dar dos años y medio. Eso del “medio” año era para joderle la posibilidad de cumplir la condena en libertad; por ser reo primario si su condena fuese de hasta dos años la podría cumplir en libertad, pero al ser a dos años y medio tenia que cumplir por los menos dos antes de poder pedir la condicional.
A los veintisiete años pasarse dos años preso era simplemente terrorífico. Hacia ocho meses que estaba y ya le parecían diez años, eso que el la pasaba bastante bien por conocer a varios, de los ahora presos, de la calle y porque puntualmente los domingos su madre y su hermana lo venían a visitar y no le dejaban faltar nada, cosa importantísima para cualquier preso.
En realidad Luis Parchemi era sinvergüenza porque tenia una familia de buena condición social y había recibido una educación normal. Su madre, viuda de un gerente del banco central, cobraba una voluminosa jubilación y su única hermana, que era ingeniera recién recibida, ya había conseguido un buen trabajo. El “Flaco” siempre desconfiaba cuando la hermana se aparecía con alguna súper noticia, como la ves que se apareció con un Fiat y juro que se lo había vendido una amiga a pagar como pudiera. Tenia un cuerpo exuberante; pechos firmes, altos y redondos, cintura fina y unas piernas torneadas que terminaban en el monumento al “cola”. En el barrio le decían “La Percherona”.....cuando el flaco Parchemi estaba lejos, si no era bronca seguro.
La hermana del flaco trataba de vestirse recatadamente, pero no tenia mucho éxito.
El flaco desconfiaba de que ella usaba sus encantos para abrir puertas, esto le daba mucha bronca pero no podía decirle ni hacer nada.


Ángel Tapia había caído por homicidio, doble homicidio en riña, dijo el juez, con agravante de primer grado, cadena perpetua.....mas la accesoria del articulo 52 “de firme”, lo que quería decir sin derecho a condicional ni indulto. Sin conocer los detalles se podría pensar que la condena era excesiva para un doble homicidio en riña que generalmente lleva una condena de entre seis y diez años, pero el acusado jamás comento nada, nunca, en los casi cuatro años que llevaba en esa prisión, se le escapo un comentario sobre la razón por la cual estaba preso. Se sabia que era por doble homicidio porque la carátula de la causa figura al lado del nombre cuando uno ingresa a la cárcel, pero nada mas. Los detalles los sabia él y el juez que entendía en la causa. Era un tipo muy callado y no tenia amigos. En una oportunidad alguien se quiso sobrepasar con el y Tapia saco una “púa” ( que nadie sabia que tenia) y le dio al otro dos puntazos que casi le quitan la vida. Después de eso nadie lo molesto mas y los días en la prisión pasaban monótonos e iguales. Con treinta y cinco años Ángel Tapia no podía pensar en casi nada, porque cualquier pensamiento terminaba encausándose en la certeza de que jamás saldría de la cárcel y eso lo volvía loco.
Hablaba muy poco y los domingos, cuando su anciana madre lo venia a visitar, solo contestaba las preguntas que esta le hacia con monosílabos y durante la hora que duraba la visita se lo veía como obnubilado, como ausente. Cuando sonaba el timbre, que daba por finalizada la visita, era el primero en formar la fila para reintegrarse a los pabellones. Al contrario de los otros dos mil presos, a Tapia parecía que la visita lo molestaba, como que le dejaba un sabor agrio en la boca y que iba a necesitar toda la semana para desaparecer.

Un domingo de diciembre la casualidad hizo que Tapia con su madre, y Parchemi con la suya y su hermana, se sentaran en el patio de visitas, casi unos frente a otros.
Es sabido que el patio de visitas de una cárcel es un lugar sagrado, no se arreglan allí cuestiones internas del penal, no importa lo graves que puedan ser. Ese es terreno neutro, los delincuentes hacen cuestión de que así sea, para ellos la familia es sagrada y por mucha rivalidad que pueda existir, allí se olvida completamente. Si alguien infringe esa ley es condenado por todos; por los presos y por los guardias y mas tarde o mas temprano termina pagando esa equivocación.
El flaco noto que su hermana estaba nerviosa y solo quince minutos antes de que terminara la visita se dio cuenta del porque; Ángel Tapia escuchaba a su madre y le contestaba con monosílabos como siempre... pero no le sacaba los ojos de encima a la hermana de Parchemi. Cuando este se dio cuenta y también lo miro se aguantaron la mirada cuatro segundos, después, casi al mismo tiempo, los dos desviaron la vista para otro lado.
Así mismo durante el resto de la visita Parchemi lo sorprendió dos veces mas con los ojos clavados en su hermana.
En el penal había mas de dos mil presos y casi todos se conocían, el flaco había grabado la cara de Tapia y sabia que este había hecho lo mismo con la de el.
Se había establecido “el vinculo de la desgracia”.
Esos cuatro segundos bastaron para que los dos supieran que al otro no le había gustado y que mas tarde o mas temprano tendrían que ir a “aclaratoria”; al flaco Parchemi no le gusto que miraran a su hermana insistentemente, y el otro, al volver a mirarla, aun sabiendo que ya había sido sorprendido, estaba diciendo algo así como que no le importaba que el otro supiera, y esto era una falta de respeto. Si al ser sorprendido mirándola y Tapia no lo hubiese vuelto a hacer, no hubiera pasado nada. Quedaría como que la estaba mirando de casualidad y punto, pero al volver a mirarla y aguantar durante dos o tres segundos la mirada del hermano, era, además de una falta de respeto, un desafió.
Después que salieron las visitas del patio y los presos formaron las largas filas para volver a los pabellones, Parchemi, aun sin mirar, sabia donde había formado Tapia y por lo tanto a que pabellón pertenecía, lo mismo hizo el otro. El “vinculo de la desgracia” se estaba alimentando y era poco probable que pudiera romperse.
Durante la semana se vieron dos veces; una en la enfermería cuando fueron a donar sangre ( los dadores de sangre tenían un régimen especial de comidas) y otra en el patio de recreo donde Parchemi jugo a la pelota y Tapia estuvo todo el recreo sentado en un rincón mirando el partido. El flaco no pudo saber si lo estaba mirando a el o al juego. No hubo confronto frontal porque ninguno de los dos estaba completamente seguro de que el otro lo estaba desafiando, sabían que algo había pero tenían que tener la certeza absoluta antes de empezar una conversación, una discusión o una pelea directa. Sabían que una ves que empezaran debían seguir hasta el final... sea este cual fuera.
Llego el domingo nuevamente y Parchemi bajo a la visita preocupado, no quería tener problemas con Tapia ( durante la semana había averiguado como se llamaba, en que pabellón estaba y la causa de su detención) que era un “jugado”, uno con perpetua mas el articulo 52 no tiene mucho que perder, el, con dos años y medio de condena no iba a tener tiempo ni de calentar la cama, como decían los presos viejos, pero sabia que si el otro volvía a mirar descaradamente a su hermana iba a tener que pedirle explicaciones. Y sabia también que esas explicaciones no iban a terminar bien, pero no le quedaba mas remedio, eso o pedirle a su hermana que no volviera mas a visitarlo, lo que lastimaría su orgullo y lo haría quedar ante el mismo como un cobarde. Además no se podía saber que podía llegar a acontecer. Sabia de historias donde a presos “tiernos”, esos que están en la cárcel por alguna pavada o equivocación, que no son del “ambiente” y que no tienen idea de cómo comportarse en un presidio, les habían manoseado a la mujer o a la hermana y lo habían tenido que soportar para salvar la vida. Porque en estos casos, en los que el preso no es del ambiente, no se aplican ninguna de las normas preestablecidas, son foráneos, son “del otro lado” y de casualidad están aquí, que se aguanten y aprendan. Pero ese no era su caso, el era del “ambiente” y se las “aguantaba”; el otro estaría por doble homicidio pero si se “zarpaba” de nuevo en la visita iba a tener que darle explicaciones.
La primera media hora no paso nada, Parchemi ya se estaba casi olvidándose del asunto cuando sintió, mas que vio, que su hermana se puso rígida. Como quien no quiere la cosa y mientras hablaba con su madre paseo la vista por sobre los presos y sus visitas y allí estaba, Tapia se había cambiado, de donde quiera que hubiera estado antes, y ahora estaba a dos bancos de distancia. Mientras su madre le hacia las mismas preguntas de todos los domingos este no le sacaba los ojos de encima a la hermana de Parchemi. Lo mas grave no fue esto, lo mas grave fue que cuando el flaco lo miro, Tapia le aguanto la mirada con una sonrisa burlona en los labios....y eso solo tenia una forma y un tiempo de ser resuelto; durante la semana que empezaría al otro día deberían encontrarse y resolver la cuestión. Si Parchemi no reaccionaba, en la próxima visita Tapia se podría sentar junto a su hermana y váyase a saber que podía pasar; el flaco solo tenia dos opciones, o lo encaraba a Tapia y dirimía la cuestión como fuera o le avisaba a su hermana que no lo visitara mas.....y esto ultimo no entraba en sus planes.
El primer baño de sol que tuvieron, el pabellón de Parchemi con el de Tapia juntos, fue el martes a las tres de la tarde. La fila de internos donde el flaco Parchemi estaba formado entro al patio del penal saliendo del pasillo, medio en penumbra, de la quinta vigilancia. El sol encegueció por unos segundos al flaco que se puso la mano sobre los ojos a modo de visera... y allí lo vio; Tapia estaba parado en el medio del patio con las piernas medio abiertas y las manos en la espalda. Sabia que el flaco lo iba a encarar y lo estaba esperando, la fila se deshizo al entrar en el patio y el flaco fue caminando directamente hacia Tapia.

De todas maneras su hermana hubiera sufrido mucho menos recibiendo una carta con el pedido de que no lo visitara mas que con el llamado del director de la cárcel, noticiándola que su hermano había sido muerto en una pelea entre presos, durante un partido de fútbol... en el patio del penal.

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