No fueron pocas las tentativas de definir que es la poesía. Desde Platón y Aristóteles hasta los semánticos modernos, insisten los filósofos, críticos y aún los propios poetas, en dar una explicación al arte de expresarse en versos, vieja como la humanidad.
Un peón parte de un montón de ladrillos sin un significado especial a no la de ser ladrillos para, (sobre la orientación de un constructor que a su ves sigue los cálculos de un ingeniero obediente al proyecto de un arquitecto) construir una casa. Un montón de ladrillos es un montón de ladrillos. No existe en ellos belleza específica. Pero una casa puede ser hermosa si el proyecto de un buen arquitecto tiene, para estructurarlo, los cálculos de un buen ingeniero y la vigilancia de un buen constructor….que cuente a su ves con buenos peones.
Cambien los ladrillos por palabras, que se ponga al poeta, subjetivamente, en la cuádruple función de arquitecto, ingeniero, constructor y peón… y allí tendrán lo que es la poesía.
La comparación puede ser orgullosa, desde el punto de vista del poeta, pero por lo contrario parece que coloca al poeta en su real posición frente a las otras artes: la de verdadera humildad. El material del poeta es la vida, con todo lo que ella tiene de sórdido y sublime. Su instrumento es la palabra. Su función es la de ser expresión verbal y rítmica para ese mundo uniforme de sensaciones, sentimientos y presentimientos de los otros en relación a todo lo que existe o es pasible a existir en el mundo mágico de la imaginación. Su único deber es el de hacerlo de la manera mas bella, simple y comunicativa posible. Si lo hace de otra manera el nunca será un buen poeta…solo un simples elucubrador de versos.
El material del poeta es la vida, dijimos, por eso parece que la poesía es la mas humilde de las artes. Y como tal la mas heroica, porque esta circunstancia determina que el poeta sea la leña preferida para la hoguera de lo ajeno, aunque se muestre en la sala de visitas el cuadro colgado en la pared o la escultura en el zaguán, o el ultimo CD en alta fidelidad o la propia casa, si ella fue obra de un arquitecto de nombre. Y yo les voy a decir el porque de esta actitud, dado que no hay en esto ningún misterio ni cualquier desmerito para la poesía. Es que la vida es un hecho cotidiano. Ella es así por la dinámica misma de sus contradicciones, por el equilibrio de sus polos contrarios. El hombre no podría vivir con el sentimiento permanente de estas contradicciones y de esos polos contrarios, que busca constantemente olvidar para poder mover esa maquina del mundo, de la cual es el único creador y obrero, y para no perder su razón de ser dentro de una naturaleza dentro de la cual constituye al mismo tiempo la nota mas bella y la mas desarmonica.
Pero para el poeta la vida es eterna. El vive en el centro de estas contradicciones, en el eje de estos contrarios. Si no viviese así seguramente se transformaría, dentro de un mundo en carne viva, en un jardinero, en un floricultor de especies que, por mas hermosos que sean, pertenecen a viveros y no al hombre que vive en las calles y en las casas. Esto es así, por lo menos para mi. Y no hay otra razón por la cual la poesía a dado a la historia, dentro del cuadro de las artes, el mayor numero de santos y de mártires. Porque el poeta es un ser en la constante búsqueda de lo absoluto y, socialmente, un permanente rebelde. Es por eso que no nos debe parecer extraño el hecho de ser la poesía, para efectos domésticos, la hija pobre en la familia de las artes, y un elemento de perturbación del orden, dentro de la sociedad como esta constituida.
Se dice que el poeta es un creador, o mejor un estructurador de lenguas y, siendo así, de civilizaciones. Homero, Virgilio, Dante, Chaucer, Shakespeare y los poetas anónimos del “Cantar del Mío Cid” viven a base de estas afirmaciones. Puede ser, mas para el burgués común la poesía no es una cosa que se pueda cambiar normalmente por dinero, colgar en la pared como un cuadro, poner en el jardín como una escultura, ponerla en el aparato de sonido como una sinfonía, transportarla para la tela como un cuento, una novela o un romance, ni escenificar como un guión cinematográfico, un vale o una obra de teatro.
Modigliani ( que si estuviese vivo seria multimillonario como Picasso) podía, en la época en que paso hambre, cambiar un cuadro por un plato de comida: muchos artistas plásticos lo hicieron antes y después de el. Pero me parece difícil que un poeta pueda conseguir su bife a cambio de un soneto o una canción. Por eso me parece que la mayor belleza de esta modesta arte sea su aparente inutilidad. Esto da al verdadero poeta fuerzas para jamás comprometerse con los dueños de la vida. Su único patrón es la propia vida: la vida de los hombres en su larga lucha contra la naturaleza y contra si mismos para conseguir realizarse en amor y tranquilidad.
sexta-feira, 17 de abril de 2009
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